DEPORTES

Chaparrón el que se llevó el C.D Benavente ante el Mojados. 1-4.

Dice el refrán: «no quiero ver a mis hijos con buenos principios». Ojalá se cumpla, porque si este va a ser el Benavente de esta temporada, apaga y vámonos. Y eso que al principio de pretemporada nos mostrábamos muy optimistas de cara al nuevo equipo del Benavente para esta temporada. Y en ello seguimos, porque el Benavente es un recién nacido y como tal necesita un tiempo de aclimatación para que crezca, aunque para ello necesita tener buenos mimbres, que los hay, pero en muy bajo número. De hecho en esta primera convocatoria el equipo tuvo que ser rellenado con hasta tres juveniles, Guiller, Michel y Alex tres futuras promesas que tuvieron la oportunidad de debutar en el primer equipo y por cierto con buenas sensaciones, aunque ésta no es su guerra. Su guerra es mucho más bonita e interesante con gente de su igual y con miles de ojos siguiéndoles en cada toque. Pero a lo que vamos, o mucho avanza la directiva en la conformación de la plantilla definitiva o el tren se nos va en las primeras de cambio. Ahora mirando un mes atrás uno se pregunta que si los treinta y cuatro jugadores que iniciaron la pretemporada se han perdido por el camino o no daban el tipo para estar en el Benavente. Tengo que prometerles que había buenos indicativos de que el Benavente iba a tener un buen equipo.

Lejos ha quedado ya el incio de la pretemporada y la verdad es que la primera en la frente. Llega el C.D Mojados y nos mete 4 en el partido inaugural. Demasiado castigo para un Benavente que mereció más, al menos en la segunda parte, donde si se asemejó por momentos al equipo que se quiere y eso que jugó gran parte de los segundos cuarenta y cinco minutos con uno menos por la expulsión de Manu. Con diez jugó mejor que con once el cuadro local, después de pasar desapercibido durante la primera mitad, sin ni tan siquiera probar al meta visitante. Con mucho toque, pero en defensa y con muy poca llegada de balones a los de adelante, a los vallisoletanos, muy bien plantados en el campo, les sirvió con aprovechar dos llegadas, las dos únicas que tuvo en la primera mitad, para irse con 0-2 al descanso. El Benavente se ahogaba a la hora de sacar el balón desde atrás y quizá el nerviosismo del debut unido a la poca experiencia que acumulan sus jóvenes jugadores fueron clave para que el balón no se aproximara a la meta rival. Un rechace del meta local tras una muy buena intervención y un gol fantasma casi sentenciaron el partido antes del descanso.

En la segunda mitad el Benavente fue mucho más que los vallisoletanos, a los que les sobró otras dos galopadas, la cuarta con inferioridad, para matar a un Benavente que estaba poniendo cerco a la meta visitante y que abrió ligeras esperanzas con la lección magistral del mejor de los locales, Oscar Robles, con un lanzamiento de compás a la escuadra que hizo que el respetable se echara las manos a la cabeza.

Luego alguna ocasión más siempre del mismo destinatario con guante blanco en pierna izquierda que pudo acortar aun más las diferencias y aprovechar el impulso final para al menos salvar un punto que no se consiguió.

Ahora a seguir trabajando, seguir madurando a la criatura, dotarle de más brotes verdes y sobre todo trabajar la psicología de los más veteranos para evitar autoexpulsiones, y dejar al resto de compañeros en la estacada. Sobran los puñetazos a la lona de entrada de túnel, las patadas en las vallas y los portazos en los vestuarios. El genio hay que dejarlo fuera. Esto no ha hecho más que empezar, pero hay que espabilar.

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